Primeramente aquello que me rodeaba, tratando de reflejarlo lo mejor que entonces era capaz de hacer.
Cuando comprendí que podría articular un cierto vocabulario plástico personal derivé en, lo que podrían llamarse, interpretaciones surrealistas.
Pero siempre estaba inmersa en una realidad alternativa, en la que el color iba ganando terreno a la figura; apareció, poco a poco, la abstracción en mi obra. Llegó, para no irse ya.